Vibrando al unísono

18 de Noviembre de 2010

Texto: Graciela Macedo
Fotos: Gentileza R.E.


Rojo Estambul musicalizó algunas poesías del poeta pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz y las presentó en un espectáculo que tuvo lugar en el auditorio del CMC de Santa Rosa. Luego, habló con Kresta de sus sensaciones, sueños y expectativas.



Un chelo y un acordeón, o un piano, una guitarra y la voz de él, se ensamblan armoniosamente. Ella, Josefina García, es pampeana. Él, Nicolás Blum, de Buenos Aires pero con raíces griegas.
Juntos, unidos por la música y el amor son: Rojo Estambul. No blanco, ni Constantinopla. Sí rojo pasión y misterio Estambul.
El domingo 7 de noviembre, Rojo Estambul estuvo en Santa Rosa y presentó un espectáculo de música y poesía en el que Miguel de la Cruz y Dora Battistón leyeron obras de Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Juani de Pian interpretó una canción con música de Alberto Suárez y letra de Nicolás Blum, titulada La loma de las peperinas, obra que da título al segundo disco que el dúo grabó en la BDC (Banda del Ciervo, FM 107.1 de Santa Rosa).


- ¿Cómo se sintieron en esta última presentación?
- Estábamos muy expectantes de lo que iba a pasar porque más allá de la cuestión organizativa, había tanto para poner en juego, sobre todo por lo de Bustriazo, porque tenemos un respeto muy grande por él. Lo encaramos por el lado que nos sale, porque la poesía de Juan Carlos Bustriazo es universal.


- Ya habían hecho algo de este poeta en su presentación anterior.
- Sí. La vez anterior, cuando tocamos en El Viejo Villo, presentamos nuestro primer tema de Bustriazo y fue fuerte porque ahí estaban Roberto Sessa, uno de mis primeros profesores de chelo; Alberto Suárez, mi viejo (Miguel García)... Era como nuestra presentación oficial de Rojo Estambul en Santa Rosa y estaban todos.


- ¿Qué respuesta tuvieron entonces?
- Nos impactó mucho porque Roberto Sessa, un tipo al que le tenemos un respeto enorme, nos dijo que le había emocionado la versión que hicimos, en un formato más universal de canción. Nos dijo que la forma en la que nosotros encaramos la poesía lo había movilizado y eso para nosotros fue algo... Laburamos mucho para hacer los arreglos, realmente trabajamos mucho y que lo reconozca gente de este nivel para nosotros es como muy fuerte. Estamos muy agradecidos por eso.


- ¿Cómo se plantan ante una poesía de este poeta pampeano?
- Por ahí metemos una raíz de milonga, o una raíz más folclórica, pero lo encaramos más por la musicalidad que nos inspira la forma que les da Bustriazo a las palabras. Nosotros lo conocemos a través de su poesía y de todas las anécdotas que nos han contado quienes lo conocieron. Pablo (Jáquez) nos hizo una crítica muy linda. Nos dijo que de lo que había escuchado, así, moderno, “Labios quiero besarte” era lo que más le había gustado. A nosotros también nos movilizó y esas cosas fueron las que nos llevaron a pensar que no estábamos por mal camino.


- ¿Cómo surgió Rojo Estambul?
- El dúo empezó un poco por la respuesta de quienes nos escucharon. Tocamos una vez en un lugar que nada tiene que ver con la música y la gente se nos acercaba emocionada, entonces dijimos: tenemos que hacerlo en serio. Teníamos la desfachatez de ir con los instrumentos a todos lados. La primera vez que tocamos juntos en público fue cuando Miguel (García) fue a recibir un premio de Arquitectura, nos “disfrazamos” (de formales), caímos con los instrumentos y preguntamos si podíamos tocar. Cuando terminó la ceremonia tocamos algo de Erik Satié y de un trovador cubano, Noel Nicola, y también improvisamos y la gente se nos acercó conmovida.


- ¿Y el nombre del dúo?
- En esa ocasión, cuando la vieron tocando a ella, una señora se acercó y le dijo: te vi tocando y eras Estambul, por los rasgos de ella... y ahí nos dio medio nombre. Lo de Rojo fue por la energía, la fuerza, y también porque Estambul para los griegos es como una herejía, para ellos es Constantinopla. Así que el rojo tiene connotación con la sangre. Somos Rojo Estambul, no Blanco Estambul.

- Me contaban que hubo algunas resistencias con el nombre.
- Y... a los griegos no les gusta nada. Por ejemplo, en la Biblioteca Nacional no pudimos tocar porque no quisimos cambiarnos el nombre. Era una actividad que organizaba una asociación griega, una fusión cultural de música y poesía que estábamos armando con una actriz griega que también tiene familia turca, entonces defiende el nombre. Y dijo que si no figurábamos como Rojo Estambul, ella tampoco quería estar. Para nosotros es conciliador, porque nos llamamos Estambul pero hacemos música griega. Nos parece que insistir con esa diferencia es una involución y además... Rojo Constantinopla, no, no suena. (Ríen)


- ¿De dónde proviene cada uno, musicalmente hablando?
- Yo venía de varias agrupaciones y de andar como solista y ella, de una onda folclórica. Nos encontramos hace mucho tiempo en el Conservatorio Manuel de Falla, ella estudiaba piano y yo guitarra. Habíamos hablado una vez, nos reencontramos cuatro años o cinco años después y nos reconocimos. Íbamos a armar temas míos y nos dimos cuenta de que a los dos nos gustaba Satié, la música francesa, ella empezó a conocer la música griega, salió el Vals Soñador, que fue uno de los primeros temas que hicimos. Y aparte... nos gustábamos (acota Josefina y ríe con ganas).


- ¿Qué repertorio abordan?
- Hay temas míos que son bastante viejos. Yo hace diez años que vengo escribiendo. Ahora estamos haciendo temas nuevos como los que tienen letras de Bustriazo, arreglos nuevos, compusimos un tema en griego -yo soy de Buenos Aires pero tengo familia en Grecia- y la idea es ir mechando un repertorio intenso, que no se conozca demasiado, y si algo ya se conoce, trabajamos para hacer una versión rara, desconocida.


- ¿Cómo fue eso de ensamblar distintos instrumentos?
- Fue algo natural. Hubo una búsqueda, pero lo encontramos fácil porque la guitarra y el chelo es increíble cómo se ensamblan y el acordeón con el chelo, o la voz de él con el chelo, también. Aparte hay como varias variantes, porque ella toca el piano, entonces está la opción de piano, guitarra o acordeón, chelo y voz, chelo y guitarra. Nos gusta variar, que no sea siempre lo mismo. Pero... el volumen natural que tienen el chelo y el acordeón es la perfección. Mucho cuerpo, mucho volumen, esa cosa así como de nostalgia, son como fuertes.


- En poco menos de un año ya grabaron dos discos.
- Sí y a los dos los grabamos en la BDC. El primero a principio de año: Bella Farsa. Y el segundo es este, La loma de las peperinas. El Mono (Tempesta) y Pablo (Jáquez) son los padrinos de Rojo Estambul, los queremos mucho porque siempre nos dan una mano en todo y siempre, adonde vamos, hablamos de la Banda del Ciervo y esta oportunidad que nos brinda.


- ¿Y tus letras, de qué hablan?
- A los dos nos interesan mucho las letras, les damos mucha importancia. Lo que aúna a estas canciones es la necesidad de decir algo. Si no tengo nada para decir, no lo canto. Y si tengo algo que decir y es breve, lo canto breve, no fuerzo la escritura. Si no surgen más de tres versos, no lo fuerzo, y siempre tratamos de que la voz, en la medida de lo posible, tenga la misma calidad que la letra.


- ¿Qué planes tiene el dúo para lo que se viene?
- Estamos en la búsqueda de un sonido más acústico, más desnudo, desprovisto de distorsiones, de lo electrónico, más crudo. Y el objetivo es llevar cosas que no son muy conocidas al público, como las canciones griegas, nos gusta contar la historia, hablar del compositor, darle mucho lugar al autor, a las letras, a la canción como género. Va por ahí.


- Ahora están con lo de Bustriazo...
- Sí. En el verano nos vamos a venir a Santa Rosa para tratar de armar algo con Alberto Suárez. También tenemos ganas de hacer algo de Miguel de la Cruz. Tenemos ganas de armar algo con él y con Juani (de Pian). Allá en Buenos Aires es como más difícil acceder. Acá es como que no hay tanto y lo que hay es más accesible, como que se nos presentan más posibilidades.

Rojo Estambul brindará su homenaje a Bustriazo

06 DE NOVIEMBRE DE 2010 A LAS 22:49

Hoy a las 20 horas se presentará en el auditorio del Centro Municipal de Cultura el dúo Rojo Estambul. Los jóvenes músicos Josefina García, en cello y piano, y Nicolás Blum, en guitarra, acordeón y voz, ofrecerán un espectáculo en el que las melodías de Erik Satie, Noel Nicola y Manos Loizos, entre otros, se cruzarán con las de Alberto Suárez o con las del propio Rojo Estambul, con letras de grandes creadores como Vallejo, Bustriazo Ortiz, Girondo y la poesía de Nicolás Blum.
En esta oportunidad, actuarán también Alberto Suárez y Juani De Pián. La entrada es libre y gratuita.
En la presentación de esta noche, Josefina y Nicolás dedicarán un segmento al poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz, donde presentarán canciones propias con letras de JCBO y participarán Miguel de la Cruz, Dora Battistón y Alberto Suárez.
Los integrantes de Rojo Estambul estudiaron en el Conservatorio Superior de Música Clásica Manuel de Falla, de Buenos Aires, y actualmente prosiguen estudiando en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Nicolás Blum tuvo como maestro al trovador cubano Lázaro García, y su ascendencia griega les permite incorporar melodías y canciones de ese origen.
Rojo Estambul armoniza el cello con guitarra, acordeón y piano, y a ello se suma la fuerte identidad del contenido de las canciones.
Todo ello va generando una gran fuerza creativa, que va imprimiendo una marca para una nueva generación de jóvenes que ha hecho su irrupción en la realidad y que se expresa fuertemente en lo artístico, en lo político y en lo social.

Rojo Estambul por Sergio De Matteo

El domingo asistí al recital de Rojo Estambul, dúo de guitarra y chelo, integrado por Josefina Garcia y Nicolas Blum, que se desarrolló en el Centro Municipal de Cultura. Ya había tenido oportunidad de oírlos en la radio o en la reproducción del CD, pero apreciarlos en vivo ha sido una hermosa aventura. Y a esto lo digo en ... el sentido de descubrimiento y percepción, donde la cebolla de cristal se abre y absorbe las destilaciones universales, donde se mezcla la música de las esferas y la música de la cotidianeidad. Y parte de la develación está signada en un ritual y en una ceremonia en que los artistas se encuentran descalzos, como canalizando energías que fluyen entre los diversos estados: cielo y tierra, agua y aire; y la criatura humana siendo parte de dicho movimiento.
"El canto, como el mundo", escribió Pablo de Rokha, "el canto ha de crear atmósfera, medida del universo, ambiente, luz, que irradie de soles personales”. Ese es el punto de encuentro: la irradiación de un sol personal, como punto de proyección, y es donde se cataliza la destreza manual, el toque del instrumento. Desde esa convergencia nace la armonía que cada uno lleva y ejecuta ante la vida, ante ese público que observa, que escucha, y que también busca.

He ahí la guitarra, con su pulso, he ahí el chelo, también con su pulso; y los sonidos que se acoplan y se anudan pero, a la vez, se ramifican en un ritmo donde los matices y la diversidad decantan en un canto de júbilo. Esa cierta luz, entre mortecina y algo melancólica, enciende un fuego, y ese fuego es el espíritu que pulsa, es la vida que vibra, y es poesía: la poesía es tiempo y arde, la música es tiempo y arde. Porque existir es sagrado. Somos una interrogación que festeja y colapsa. Y ocasionalmente, y con sentidos de iluminación, nos lleva al sentido o al sinsentido de nuestra existencia.

Como señala María Zambrano —al encontrar algo que nos relaciona con los seres, con la vida misma a través de los actos, a través de la música, en este caso—, somos "Los bienaventurados": La vida se arrastra desde el comienzo. Se derrama, tiende a irse más allá. A irse desde la raíz oscura, repitiendo sobre la faz de la tierra —suelo para lo que se yergue sobre ella— el desparramarse de las raíces y su laberinto. La vida, cuanto más se da a acrecer, prometida como es al crecimiento, más interpone su cuerpo, el cuerpo que al fin ha logrado, entre su ansia de crecimiento y el espacio que la llama.

Descubrir esa sensación y ese estado de emergencia del cuerpo trashumante del mundo depende de los estímulos, depende de las circunstancias, y ese paso fundacional podría comprender a Rojo Estambul; porque incorporarse a su espectáculo es como reconocer el fluir de las esencias, porque tocan el instrumento que es el cuerpo que es la intensidad que es, en definitiva, la misma intimidad…

Entrevista a Josefina de Rojo Estambul por Leila Sucari



Entrevista a Josefina de Rojo Estambul por Leila Sucari





10/9/10
“Buscamos hacer algo simple pero intenso”


Josefina García tiene 22 años, es pampeana y, aunque su casa esté decorada con fotos de caldenes y el mate siempre listo sobre la mesa, desde los 7 vive en Buenos Aires. Estudió física y música clásica, es profesora de tango, le gustan los gatos y no soporta el bullicio de la ciudad. Su risa escandalosa y los rulos desordenados contrastan con la sutileza y la dedicación con la que toca el chello en “Rojo Estambul”, el duo que fusiona música griega con folklore y que compone junto a Nicolas Blum. El sábado 18 de septiembre presentan en el teatro Abre su segundo disco: “Las lomas de las peperinas”.
Estudiabas física, como fue que decidiste dedicarte a la música?
Cuando terminé la secundaria empecé al mismo tiempo física y el conservatorio de Música clásica, donde estudié piano. Después pensé que la música no era para mi y dejé el conservatorio, pero al tiempo la física no me llenaba. En ese momento encontré el chello y descubrí que era mi instrumento y que el problema no era con la música, sino con el modo de enseñanza del conservatorio. Comencé a tomar muchas clases particulares que me enseñaban desde un lugar más intuitivo y personal. En ese momento decidí dejar física y arriesgarme con la música, fue hace dos años.
El nombre de tus gatos: Gama y Milonga, tienen que ver con esa transición?
Jajaja. Si, por supuesto. Los dos llegaron en ese momento de indecisión y búsqueda. En esa época yo vivía repartida entre dos mundos y sus nombres representan eso.
Como surgió Rojo Estambul?
Conocí a Nicolás en una clase de tango. Yo tocaba el chello, él el acordeón y me propuso armar un duo. Empezamos con canciones griegas, de Erik Satie y también algunas nuestras. Al principio tocábamos en plazas y en eventos privados. La primera fecha oficial fue el año pasado en La Pampa, en el auditorio de Santa Rosa, donde grabamos nuestro primer disco: Bella Farsa.
La fusión de géneros como el folklore y la música griega, fue una decisión consciente?
La idea principal del duo es hacer música del mundo amoldándola a nuestro estilo. Yo soy de La Pampa y Nicolás es griego, además los dos tenemos desde chicos el tango muy incorporado, y esas raíces fueron mezclándose. De la comunión de todo eso nació Rojo Estambul. Compartimos una inquietud muy grande por buscar cosas nuevas. Ahora por ejemplo estamos experimentando con música rumana. Uno se da cuenta de que a pesar de las diferencias hay muchas cosas en común, incluso con lo que parece más exótico. El público se sorprende, una vez me dijeron “el repertorio te agarra y te revolea”, y eso es lo que buscamos: atravesar distintos climas, movilizar.
Que referentes tienen?
Los olimareños, Rodolfo Mederos, Noel Nicola, Zitarrosa… Son todos artistas que tienen en común que no trabajan en base al virtuosismo técnico, sino que buscan, al igual que nosotros, hacer algo simple pero intenso. Creo que es más importante transmitir algo que lucirse, por eso también preferimos el formato acústico, es más íntimo.
En agosto hicieron una gira por Córdoba y La Pampa. Como fue tocar en el interior?
Estuvo buenísimo. La gente, la prensa, todos nos recibieron muy amablemente. Les encanta conocer cosas nuevas. En lo personal me gusta mucho tocar en La Pampa, es mi segunda casa. Allí llegamos, hicimos dos fechas y grabamos el segundo disco: “Las lomas de las peperinas”.
En que se diferencia del primero?
Mejoramos mucho en habilidad técnica y encontramos la ecualización y la armonía que buscábamos. En cuanto al estilo y los géneros siguen siendo los mismos. Una novedad es que musicalizamos dos poemas del poeta pampeano Bustriazo, que falleció hace dos meses. Fue un desafío porque es alguien muy reconocido y nadie se animaba a tocar su poesía, pero gustó mucho.

El 18 de septiembre es la presentación del nuevo cd. Qué expectativas tienen?
Esperamos que venga gente nueva a conocernos, tenemos ganas de que escuchen nuestro trabajo. La idea de este show es también mostrar la canción que presentamos en un concurso griego.
Cómo surgió la posibilidad de presentarse al concurso griego?
Una alumna de tango nos presentó a la presidenta de la colectividad griega en Argentina. A ella le gustó lo que hacemos y nos contactó con el concurso, tiene confianza de que ganemos. Quedan ocho seleccionados de todo el mundo para ir a tocar en octubre, sabemos que es difícil pero tenemos fe. Estuvimos componiendo el tema desde hace un mes sin parar, fue mucho trabajo. El lunes 20 nos dicen los resultados, estamos realmente ansiosos.
Como componen los temas?
En general es un proceso de idas y vueltas, de experimentar entre los dos con mucha paciencia. Tenemos épocas de gran producción y otras en que cuesta y no sale nada. Depende de del estado de ánimo, del cuerpo. No hay una explicación clara. El trabajo es continuo, a veces sale y a veces no.
Te gustaría cantar o tocar otro instrumento?
Mi anhelo es cantar mientras toco el chello. Estudie y me encanta. Igualmente por ahora quiero seguir perfeccionándome en el chello. Más adelante me gustaría volver al piano y aprender canto.
Que buscas en la música?
Me da satisfacción y mucha alegría y todas esas sensaciones lindas. Pero también lo vivo como una necesidad, como comer o ir al baño. Son cosas que no se pueden evitar. Es mi forma de sacar para afuera lo que me va sucediendo. El chello es muy personal, estoy abrazando un instrumento que me vibra en el pecho y todo lo que me pasa se transmite a él.


Leila Sucari

"El diario" de La Pampa


Rojo Estambul musicalizó a Bustriazo

El dúo de guitarra y chelo “Rojo Estambul” sorprendió el viernes en un recital que brindó en el restobar “Viejo Villo”, al interpretar dos nuevas canciones con letras del gran poeta pampeano, recientemente fallecido, Juan Carlos Bustriazo Ortiz.
Las poesías están contenidas en su libro inédito Sien Socarrada, escrito en el año 1969, y fueron compuestas musicalmente por el propio dúo. En aire de milonga se escuchó “Cosas del agua sola”, y con un manejo más universal del lenguaje musical “labios quiero dejarte”.
Esta situación produjo un momento muy emotivo, ya que al decir de uno de los presentes “Bustriazo volvía a estar renovado entre nosotros a través de estos chicos”.
Por su parte, Nicolás Blum, de Rojo Estambul, expresó que “para nosotros es muy fuerte interpretar a Bustriazo. Es muy grande y lo respetamos mucho, por lo que adentrarnos en su poesía nos impacta”. Nicolás Blum (acordeón, guitarra y voz) es descendiente de griegos, por lo que varias interpretaciones del dúo tienen esa influencia musical, y Josefina García (chelo y piano) es pampeana.
El propio padre de Josefina, el arquitecto Miguel García, les había dado hace un tiempo algunos escritos de Bustriazo Ortiz, entre ellos estas poesías, que el propio poeta le había obsequiado a Miguel cuando vivía en su estudio de arquitectura, en el invierno de 1993.

labios quiero dejarte
antes que el ay se rompa
en tu obsidiana verde
a golpes de alma sola
hendidas remoturasdulcegrafías hondas
labios quiero dejarte
antes que el ay se rompa
perdido y primitivo
mano que se enamora
cáscara y piedrejura
de avispas chilladoras
labios quiero dejarte
antes que el ay se rompa
brujos liqueneríos
sobre tus peñas moras
latidos de antiquísimos
latidos de palomas
labios quiero dejarte
antes que el ay se rompa


J.C.Bustriazo Ortiz
De sien Socarrada (1969)

Oscuramente fuerte

El Puntal de Rio Cuarto

MúSICA

Oscuramente fuerte

Abro­que­la­dos en la cha­ta pa­le­ta mu­si­cal que ofre­cen los me­dios, y a pe­sar de lo ca­ca­rea­do de la glo­ba­li­za­ción, nues­tros oí­dos van del Cha­que­ño Pa­la­ve­ci­no a Ri­car­do Ar­jo­na ca­si in­de­fi­ni­da­men­te, con

ape­nas al­gún des­can­so que ni si­quie­ra aso­ma a otros ho­ri­zon­tes.

Por suer­te, las aven­tu­ras de Tro­ya per­mi­ten de tan­to en tan­to re­ci­bir, en­tre la sor­pre­sa y el be­ne­plá­ci­to, a ex­pre­sio­nes co­mo las de “Ro­jo Es­tam­bul”, un dúo de di­fí­cil cla­si­fi­ca­ción que ex­pre­sa en sí mis­mo una di­ver­si­dad que exac­ta­men­te con­tra­ría al cri­te­rio do­mi­nan­te.

Ni­co­lás Blum y Jo­se­fi­na Gar­cía, ab­so­lu­ta­men­te des­co­no­ci­dos pa­ra el pú­bli­co lo­cal, y po­si­ble­men­te tam­bién pa­ra más de uno de quie­nes vi­ven a la vuel­ta de la es­qui­na de su ca­sa, cons­tru­yen con ele­men­tos sen­ci­llos y hon­dos ese rin­con­ci­to de no­ve­da­des que tan­to se año­ra.

La pri­me­ra vir­tud que ex­hi­ben Ni­co­lás y Jo­se­fi­na es una ac­ti­tud des­con­trac­tu­ra­da que per­mi­te asi­mi­lar­los ca­si co­mo un cru­ce ca­sual, em­ba­ja­do­res cir­cuns­tan­cia­les, aca­so a pe­sar su­yo, que vie­nen a re­ve­lar a tra­vés de su mu­si­ca­li­dad pro­fun­da, la in­ten­si­dad de so­ni­dos no muy ha­bi­tua­les.

Eso por­que bue­na par­te de su re­per­to­rio es­tá cons­trui­do en de­rre­dor de un obras de la mú­si­ca po­pu­lar grie­ga, esa que es­ca­pa al cliché pin­to­res­quis­ta cons­trui­do, aquí co­mo en otras par­tes del mun­do, a par­tir de la im­po­nen­te fi­gu­ra mu­si­cal de Mi­kis Teo­do­ra­kis y su obra tan in­ten­sa en los '60-'70.

Es de­cir, la mú­si­ca de los au­to­res y com­po­si­to­res de lo que ellos de­sig­nan co­mo “Zem­pe­ki­ko”, que aca­so se es­cu­chan ape­nas más allá de las fron­te­ras eu­ro­peas y que no ha cir­cu­la­do por el mun­do a cau­sa de esa en­ce­rro­na tan dis­cor­dan­te con la pro­me­sa de la cul­tu­ra glo­bal.

Lo ha­cen con gran ím­pe­tu y ca­li­dad, con la san­gre pues­ta en la ta­rea en el ca­so de Blum, na­ci­do en Gre­cia aun­que ra­di­ca­do en Ar­gen­ti­na, y con una ca­pa­ci­dad de asi­mi­la­ción y tras­la­ción téc­ni­ca en­vi­dia­ble en el ca­so de Gar­cía, una pam­pea­na que ad­hie­re su vio­lon­ce­llo a esa fi­bra ín­ti­ma y des­ga­rra­do­ra.

Pe­ro “Ro­jo Es­tam­bul” no se que­da allí por­que agre­ga otros des­te­llos de mú­si­ca po­pu­lar tro­va­do­res­ca cen­troeu­ro­pea, y ade­más una her­mo­sa ver­sión de la “Gnos­sien­nes Nº 1” de Eric Sa­tie, una que­bra­di­za y bur­lo­na de la mi­lon­ga “34 pu­ña­la­das” que po­pu­la­ri­za­ra Ed­mun­do Ri­ve­ro y así.

Blum, que es un per­so­na­je de­sen­fa­da­do co­mo pre­sen­ta­dor y se per­mi­tió una dan­za con­vo­can­do re­me­zo­nes de una cul­tu­ra in­ten­sa, ade­más can­ta con gus­to, es afi­na­do, tie­ne sen­ti­do del ma­tiz y sa­ca de la gui­ta­rra y el acor­deón lo que ne­ce­si­ta. Gar­cía es im­pe­ca­ble, ín­ti­ma y sen­si­ble con su ins­tru­men­to.

De mo­do que, aun­que los ele­men­tos que la cons­ti­tu­yen pa­rez­can sen­ci­llos, la ar­ga­ma­sa es só­li­da. Sen­ti­mien­tos os­cu­ra­men­te fuer­tes tran­si­tan en las can­cio­nes, di­ver­sas, que el dúo in­ter­pre­ta con ter­su­ra y ra­ra in­ten­si­dad, en en­ten­di­mien­to ple­no.
Es así que, lle­ga­do el mo­men­to de la des­pe­di­da, cuan­do in­ter­pre­tan la im­pa­ga­ble “El co­li­brí”, te­ma po­pu­lar ni­ca­ra­güen­se que po­pu­la­ri­zó Sil­vio Ro­drí­guez, to­das las pre­ven­cio­nes han si­do de­rro­ta­das. Y bro­ta un aplau­so de esos que de­rro­chan ca­li­dez.

R.S.

Rojo Estambul



Estambul es convergencia. No es fusión, no es crisol ni mezcla. No se ha amasado ahí la cocina de la cultura como tampoco surgió de La Ciudad un producto final, perfecto, universal. Nada de eso. Estambul no es un camino y no es estrictamente un lugar. Estambul es una dirección, un rumbo, una tendencia. Hacia allí concurren delgadísimas líneas imaginarias que nos conducen y atraen constantemente. Son fuerzas de Newton, sensiblemente fuertes, que nos arrojan hacia un punto inexacto del mundo aunque en dirección precisa. Son flechas de niebla, al parecer borrosas, dispersas, pero su certeza es tanta que no hay quien salga ileso de su alcance.
Tensa el arco, cruje una bordona colorada y cientos de saetas invisibles ya impactaron.
Abre el diafragma, ronca un pulmón rojo y la máquina se mueve imperceptible y constante hacia su centro.
Las canciones ya habían comenzado a moverse antes de verme entrar, como un alfombrado viviente que va deslizándose bajo mis pies. Pero las canciones no me transportan, no estoy sentado en una nave roja que me hace visitar regiones y horizontes. Otra cosa está pasándome. Y efectivamente me muevo en alguna dirección. No ofrezco resistencia, será que debo dejarme llevar, mejor cierro los ojos para no marearme.
Acá voy.
Por JPC
http://bastardillas.blogspot.com

Diario Textual de La Pampa

Rojo Estambul se presenta en el CMC
Lunes, 22 de Febrero de 2010 12:09 .

El dúo Rojo Estambul se presentará en Santa Rosa el próximo jueves a las 21.30 en el Auditorio Bustriazo Ortíz del Centro Municipal de Cultura. Rojo Estambul viene a darnos una oportunidad de mirar y escuchar más allá del folklore y la música contemporánea que tan profundo cala en el gusto local. Dos jóvenes músicos componen este dúo llamado a sorprender. Nicolás Blum es griego pero vive desde hace años en nuestro país. Josefina García, nació aquí en Santa Rosa, pero hace muchos años que su inquietud la llevó a Buenos Aires. Ambos cruzaron sus destinos en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla en el 2008, y un año más tarde comenzarían a transitar el proyecto que presentarán este jueves en el auditorio.














Blum comenta que "nuestras influencias musicales siempre fueron de lo más variadas, aunque yo me inclino más por el género de la música griega y la canción (El trovador cubano Lázaro García es su padrino artístico) y Josefina más por el lado del tango y el folklore".
Ambos reconocen influencias directas en Erik Satié, en la música popular cubana y en la cadencia de los ritmos danzados como el Zempekiko (danza tradicional griega) y el tango, que los dos disfrutan y practican. La intención es llevar la fuerza de los géneros al formato del dúo.
Josefina García cursó estudios de piano en el conservatorio y en la actualidad, ejercita el violonchello de la mano del compositor Fernando Dieguez, profesor de la Escuela de Música de Avellaneda, chelista de la orquesta de Rodolfo Mederos y profesor de tango junto a Alberto Goldberg. Nicolás eligió la guitarra y tuvo en Enrique Bocaccio su maestro. Además, es cantautor y compositor y toca también el acordeón, que tanto define en el dúo junto a la robustez sonora del violonchello. Al margen de la escena musical, sube a las tablas en el grupo de teatro ensamble "Lootro" y lleva editados dos discos propios.
Rojo Estambul lleva presentaciones en centros culturales, teatros bares, restoranes y, por supuesto, actuaciones callejeras en la metrópoli capitalina. Más intimo, más intenso, más extraño y novedoso, tendremos esta semana la oportunidad de escucharlos en Santa Rosa.